C. 5 – El territorio de Lo Conjetural
Al igual que el Fantasy, la denominada “Ciencia Ficción” (CF) o “Ficción Científica” se construye con causalidades que infringen lo que todos suponemos es la realidad o, al menos, con causalidades que no le dan prioridad a su representación. Ambos géneros, que pertenecen a la familia de Lo Imaginario, poseen sin embargo algunas propiedades estructurales diferentes: si la Literatura Fantástica, como comenté en el apartado precedente, se mueve en un universo subjuntivo, indistintamente hacia el pasado o hacia el futuro, la CF parece funcionar mejor en un ámbito condicional que concibe cronotopos en el porvenir a partir de la pregunta: ¿Qué pasaría si se cumpliera tal o cual circunstancia o condición? Veamos un ejemplo: ¿Cómo sería la vida de los seres humanos si se colonizara Marte? Las respuestas conjeturales están en las citadas Crónicas marcianas, de Ray Bradbury.
Los argumentos de la CF convergen frecuentemente en un acontecimiento de alto impacto colectivo que conduce a los héroes a un alejamiento espacial y/o temporal –ya sea de unos pocos kilómetros o de planetas, ya sea de días o de años– de la geografía y de la sociedad que reconocen como propias. Por eso abundan los OVNIs que aniquilan la Tierra, los traslados a otros planetas, los monstruos prehistóricos que regresan a la vida, la destrucción de la naturaleza por mano del hombre o el fin de los recursos alimentarios. En las historias más clásicas, el narrador refiere directamente los resultados de una mudanza traumática (el espacio alotópico) y apenas establece con breves menciones cuál fue el motivo de esa alteración. Y en ciertas oportunidades, ni siquiera esto.
La evolución del género lleva, no obstante, a que las tramas se centren más adelante en el curso de la catástrofe, lo que reformula la pregunta –y el punto de vista– original de la CF: ¿Qué pasó en el transcurso de la transformación para que alcancemos este nuevo estado? Es decir, de qué modo ha ocurrido. La novela postapocalíptica The Road (La carretera), de Cormac McCarthy, es un caso representativo de las versiones tradicional y moderna: relata el éxodo de un padre y su hijo desde el paraje donde habían vivido por años hacia un lugar impreciso. En el intervalo de la marcha, se alude sin muchos detalles a un cataclismo que devastó la mayor parte de los seres vivos –entre ellos la madre del niño– y arrasó con las civilizaciones en la Tierra.
Si bien no recurre a los rasgos principales de la Ficción Científica, la novela Cadáver exquisito, de Agustina Bazterrica, trabaja con su premisa fundante: ¿Qué pasaría si un virus afectara a todos los animales de la Tierra y su carne dejara de ser comestible? Luego de esta interpelación, lanza una solución hipotética ante la hambruna en ciernes: la producción industrial e ingesta de carne humana. La narración instala de tal manera una situación anormal –insisto, ingesta de carne humana– que provoca un cuestionamiento a la pretendida normalidad contemporánea de criar animales en corrales para luego comérselos. Desde un punto de vista intencionalmente político, el relato insinúa una duda a sus lectores: ¿Esto podría pasar? ¡Por qué no!
Umberto Eco define la CF como “el género de las hipótesis”. El semiólogo italiano afirma que este conjunto de narrativas –con enormes divergencias entre sí– logra su delimitación territorial con la interrogación que subrayé en el primer párrafo y cuya resolución desemboca en marcos espaciales, temporales y/o sociales disímiles a los que estamos acostumbrados. Disímiles pero no completamente distintos, aclaro, porque de lo contrario se ingresaría en el terreno de lo ininteligible: siempre hay zonas de contacto con la naturaleza y la sociedad, aunque sea con las escasas comunidades de caníbales que comen carne humana.
El Fantasy y la CF tienen la particularidad de servir de paradigmas a una gran cantidad de tipos narrativos cuyo denominador común, como ya indicamos, es la subversión semántica de Lo Real. Esta característica de horma les otorga una riqueza y una pluralidad que pocos géneros comparten (acaso uno de ellos sea el Policial). Menciono un par a modo de ejemplo: las utopías y las distopías.
. La política de la otredad
Además de no darle primacía a la mímesis, los géneros y subgéneros aludidos aquí tienen la singularidad de fundar alotopías (o cronotopos alternativos), que muchas veces parecen estructuralmente posibles y que a partir de un efecto de verosimilitud en su edificación simulan ser tan verdaderas o más que el mundo. Una alotopía nos remite habitualmente a lugares lejanos y extraños, situados en el pasado o el futuro –las actualidades paralelas quedan asimismo fuera del presente– y está enfocada desde la perspectiva de un narrador que fue o es contemporáneo a sus lectores (La visita a la mítica Atlántida en Veinte mil leguas de viaje submarino, de Julio Verne).
En un afán taxonómico [1], distinguiremos algunas clases de Alotopía, un concepto que se propone en este ensayo como categoría globalizadora de géneros y subgéneros que no se referencian en la realidad:
. Utopía: de acuerdo con Eco, es un modelo “optimista” de la CF que plasma un esquema de cómo debería ser el mundo ideal o una sociedad mejor. En ocasiones, exhibe no obstante un costado “pesimista” al remarcar las discordancias entre ese ideal y la realidad (Viaje al país de los Houyhnhnms, parte IV de Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift encarna esta última).
. Distopía: en contraste con la anterior, plantea un patrón de mundo y de sociedad indeseables y peligrosos para el porvenir de los seres humanos o de su hábitat (1984, de George Orwell).
. Ucronía: es un relato que rectifica un suceso histórico y expone una conjetura de cómo hubiese sido el mundo, una sociedad o una vida en particular, si ese suceso hubiera ocurrido de otra manera o hubiera tenido otra resolución, con lo cual adquiere propiedades de utopía o distopía. Su tesis estructural es: Si hubiese pasado esto (y no lo que pasó), la situación podría ser tal… Ya nombramos El hombre en el castillo, de Dick, y Nación Vacuna, de García Lao.
. Metatopía y Metacronía: se trata de ficciones que desarrollan conjeturas desde las tendencias actuales y anticipan una fase futura y enrarecida del presente, tanto espacial (topía) como temporalmente (cronía). Estas dos formas se corresponden con las posturas más clásicas de la CF. Ya citamos el caso de Sinfín, de Caparrós, y Cadáver exquisito, de Bazterrica.
. Postapocalíptico: es un subgénero con visos de conspiración y paranoia –conspiranoico, es su neologismo– en boga durante la Guerra Fría, el capitalismo corporativo y la era de la Literatura audiovisual. Se desenvuelve en catástrofes naturales (deshielo de los polos, congelamiento o calentamiento del planeta, epidemias), desastres provocados por un agente maligno que modifica el ambiente (las explosiones atómicas y los experimentos que se escapan de un laboratorio son un clásico y tienen vigencia gracias al Covid-19) o calamidades históricas (las más usuales están vinculadas con desenlaces diferentes de la Segunda Guerra Mundial). Estas narraciones se sitúan, como su nombre lo indica, cuando las sociedades se hallan en plena restauración y muestran una tensión entre el mundo perdido y la esperanza de un mundo mejor. Esa fisura, el antes y el después del calamidad, las emparenta con las ucronías.
Es necesario aclarar que la clasificación precedente no resulta rigurosa ni homogenea cuando se trabaja con un corpus concreto. Salvo que los textos se produzcan bajo reglas estrictas de un género (un policial clásico, una novela romántica, un cuento de terror), algo que rara vez pasa, las narrativas contemporáneas se construyen a partir de rasgos heterogeneos que podrían adjudicársele a varios subgéneros. Por ejemplo, la novela Los que duerme en el polvo, de Horacio Convertini, revela una conviviencia de peculiaridades que suelen catalogarse en el relato Policial, en el Postapocalíptico, en el de Terror y en el drama romántico.
La sinopsis podría ser resumida así: el protagonista y narrador, Jorge, intenta reponerse de la depresión en la que cae tras la misteriosa desaparición de su esposa Érica (Policial), alistándose en un grupo cívico-militar de hombres y mujeres que resisten en el barrio porteño de Nueva Pompeya una feroz invasión de “bichos” (Terror). En rigor, los bichos son humanos infectados por un virus, una bactería o un ataque de psicosis colectiva –nunca se especifica– que los vuelve caníbales (Postapocalíptico).
Uno de los mejores logros de esta novela es que carece de la barrera llamada género. Más bien se sostiene en capas de sentido superpuestas que avanzan y retroceden temporalmente –desde el mundo del que fue contemporáneo el narrador, hasta el nuevo mundo– mediante un lenguaje preciso. Bajo el clima denso de una Buenos Aires que espanta (la Capital Federal ha sido trasladada a Río Gallegos), se advierte una alegoría sobre los usos del poder, la debilidad institucional de Argentina y la imposibilidad del amor. Sí, del amor. Porque, a su modo, también es una novela romántica. La trama de Los que duermen en el polvo es eminentemente política: la alotopía se ajusta a una zona amurallada con sus propias reglas, sus complots y sus intentos de golpe de Estado en marcha, a la manera de Viena tras la Segunda Guerra Mundial (Espionaje). La “anómala normalidad” de este cuadro se subvierte en el instante que, dentro de la ciudadela cerrada, se produce un homicidio (¿Policial, Espionaje o Terror?).
Por su parte, el personaje narrador es determinado por sus contradicciones: aparenta añorar su pasado (la vida con su ex esposa, su oficio de periodista) pero perpetúa las contínuas humillaciones a las que ella lo sometía. En la medida que avanza la reconstrucción de su pretérito (del momento en que el país transitaba la normalidad), le añade pormenores hasta dar con una anécdota en apariencia irrebatible. De todas formas, el lector jamás sabe cuál de las versiones conmemoradas por Jorge es la verdadera (si nos permitimos hablar de una verdad ficcional), pues otro de los logros en la arquitectura de esta novela es sugerir y trazar puntos suspensivos que despiertan la imaginación y exigen el compromiso del lector.
En el cambio de territorio, el narrador-personaje también se vuelve otro: se acerca paso a paso a un ser siniestro, que se canibaliza –aunque no haya sido contagiado por los “bichos”– y fagocita a su ex esposa Érica.
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Nota
[1] – La aspiración taxonómica es uno de los tantos defectos imperdonables de la Crítica y la Teoría literaria, aunque a veces resulta útil a los efectos didacticos.
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Bibliografía recomendada para profundizar en el tema Causalidad ficcional
Crítica: Los que duermen en el polvo
Glosario
. Taxonomía: clasificación u ordenación en grupo de elementos que tienen características en común.
