C. 4 – Recursos de la ficción contra Lo Real: la construcción de (¿nuevos?) géneros


 

Los artificios que propone la Literatura contemporánea para subvertir el modelo “realista” o cuestionar la representación de Lo Real son muchos y muy variados como para una enumeración detallada, pero la mayoría de ellos exhibe características coincidentes, según sendas tipologías confeccionadas por Rosmary Jackson y Tzvetan Todorov cuando trabajan sobre la Literatura Fantástica:

1) El distanciamiento de los orígenes físicos y naturales de los seres humanos: otros espacios, otros tiempos.

2) La inserción de verdades polisémicas y dialógicas contra la visión única o monológica de la novela tradicional con narrador omnisciente.

3) La transgresión a “lo que comúnmente se acepta como posibilidad” en la vida: lo improbable y hasta lo imposible como materia.

4) La manifestación de una otredad, particularmente de algo “no humano” o “no natural”, cuyas peculiaridades difieren radicalmente de las que todos sospechamos en la gente (aunque nos engañemos).

En verdad, el concepto Otredad es un molde muy maleable –y un poco desgastado– que en Literatura puede hacer referencia, entre otras cosas, a: un Yo Doble, o “esquizofrénico” desde una perspectiva psicológica (El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, de Robert Louis Stevenson; El Doble, de Dostoievski); un No Yo: la figura del extraño o extranjero (Drácula, de Bram Stoker; Frankenstein o el moderno Prometeo, de Mary Shelley); un No Lugar o espacio alternativo (Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift; La ciudad y la ciudad, de China Miéville); un No Tiempo o tiempo paralelo al que frecuentamos (La máquina del tiempo, de H. G. Wells); un Futuro indeterminado (la Ficción científica). En todos estos textos, el denominador común es el quebrantamiento de límites humanos y de tabúes sociales.


. Nietzsche y los Formalistas rusos


Otra de las tácticas semánticas para desnaturalizar el Realismo consiste en la Transvaloración, un juicio madurado por Friedrich Nietzsche: la Filosofía y la Literatura suelen sustituir supuestos que por convención nos parecen firmes e inmutables por otros supuestos hasta entonces inauditos. En el siglo XIX, Nietzsche le otorga a la Literatura un valor superior al de la Filosofía porque “crea una realidad” en lugar de “pensarla o describirla”. De acuerdo con su punto de vista, la ficción-mentira tiene una prevalencia sobre la realidad-verdad porque esta última es apenas una valoración ideológica, una idea condicionada. He aquí el paradigma de una noción que se infiltra en una causalidad verosímil y la desordena.

Desde un punto de vista pragmático, uno de los mecanismos más experimentados para alterar el modelo “realista” es la introducción de referencias metafóricas o extrañas en el lenguaje: los textos aíslan palabras o frases de su contexto habitual (las “despragmatizan”, como señala Jorge Panesi) y las exhiben en otros contextos, generalmente inusitados. De esa manera, las desvían de su uso referencial-comunicativo y las resignifican dando nuevos sentidos sociales a los enunciados. El Formalismo ruso llamó a este procedimiento “Ostranénie”, término acuñado por el teórico Viktor Shklovski, que puede traducirse como extrañamiento o  desautomatización.

El recurso de Ostranénie fue –y todavía es– aplicado para romper con la representación de la realidad y reformular saberes extraídos del Universo que todos conocemos. Un modelo claro de extrañamiento puede observarse en la “crónica del futuro” Sinfín, de Martín Caparrós, quien elabora –a partir de palabras usuales en castellano e inglés– gran cantidad de neologismos que se desvían de su utilización corriente para dar nuevos significados a un futuro situado en 2070. Ese año, según anticipa la novela, los seres humanos habrán de construir un dispositivo técnico –quizás otro artificio del lenguaje– para vivir eternamente en una realidad virtual, mientras las máquinas habrán de ocupar su lugar en el mundo. ¿El fin de la muerte? ¿Un mecanismo sofisticado para el control de la superpoblación planetaria? Cada uno lo interpretará a su guisa.

Uno de los fundamentos ideológicos de este procedimiento –también teorizado y aplicado en el Teatro por el dramaturgo Bertolt Brecht– es el intento de mostrar aspectos negativos de la sociedad y desplegar dentro de la Literatura elementos que las personas no habían percibido antes por tener una visión “automatizada”. Un tema que ejecutan con mucha luminosidad las denominadas “distopías”, como la mencionada Sinfín y muchas otras novelas argentinas en el siglo XXI.


. Un mundo subjuntivo


El Fantasy –un género que, en sí mismo, engloba varios subgéneros– merece un apartado entre los artificios que explota la Literatura para transgredir Lo Real. En principio, se puede decir que su definición es tan imprecisa que abarca cualquier tipo de texto que “no da prioridad a la representación realista” y tiene la peculiaridad de transformar la normalidad en otra cosa, en algo “raro” o por lo menos no habitual, según Jackson. De acuerdo con la tipología de Todorov, está compuesto por al menos tres subclases principales:

1) La primera trabaja con Lo Maravilloso, o sea lo sobrenatural y sobrehumano (cuentos de hadas, cuentos mitológicos en los cuales los dioses o los difuntos se mezclan con los seres humanos y comics de súper héroes). Es un subgénero muy reconocible –y reconocido– a partir de su ingreso al Cine por  medio de las factorías Disney y Marvel. Una muestra de esta variedad se encuentra en dos de las novelas de la Trilogía de Varones, de Selva Almada, donde los muertos movilizan la trama e intervienen para evitar más desgracias o para acentuarlas.

2) La segunda funciona dentro de Lo Extraño, que consiste en un hecho perfectamente natural y explicable, pero insólito. Por ejemplo, una perturbación que se desencadena en las mentes de los personajes (Otra vuelta de tuerca, de Henry James). Este subgénero parece fronterizo al Realismo, aunque maneje una verosimilitud extrañada. En algunas oportunidades, actúa a modo de reacción negativa contra Lo Real, a través de figuras como el Extranjero, el Mal, el No Yo, en suma, lo que se designa genéricamente “demoníaco”, que no es otra cosa que un aspecto personal negativo o la contracara monstruosa de un héroe que rompe límites y tabúes sociales (Fausto, de Johann Goethe, y Doctor Fausto, de Thomas Mann). Varias de las ficciones de la escuela británico-norteamericana llamada Weird Fiction o New Weird (Ficción rara o Nuevo raro), término acuñado por el escritor M. John Harrison, ingresan en esta tipología, aunque además rozan Lo Fantástico, como las de Miéville (La ciudad y la ciudad, El mar del hierro).

3) La tercera subclase –o núcleo duro del género– se desarrolla en Lo Fantástico en sí, que expone regularmente un hecho no natural (el vampirismo, los zombis) y se coloca entre las fronteras de Lo Maravilloso (sobrenatural) y Lo Extraño (natural). En muchas ocasiones, se mueve tan cerca de Lo Real que el lector puede confiar en esa fantasía aunque sea como una posibilidad ambigua. Es decir, produce una vacilación, una indecisión que resulta de la incapacidad de “fijar las cosas como explicables y conocidas”, dice Jackson, quien identifica un prototipo clásico, La noche de los muertos vivientes, film de George Romero: un tipo de radiación cae sobre un cementerio y provoca el regreso de difuntos a la vida, los transforma en terroríficos no-muertos que atacan a la gente, en una intriga secular que incluye el combate con el poder militar.

Debido a esa oscilación entre Lo Maravilloso-Sobrenatural y Lo Extraño-Real, Lo Fantástico es un subgénero dialógico por excelencia, con verdades parciales e inestables que nunca exhiben una sola visión del tema sino que polemizan entre sí. Entre sus técnicas, se advierten dos de las formas ya mencionadas: el Yo Doble (El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde) o el No Yo que puede tener connotaciones religiosas (Drácula) o seculares (la interminable serie de zombis).

En el siglo XIX, señala Jackson, el Fantasy presentaba además otredades políticas y sexuales como “demoníacas”: el obrero revolucionario contra los patronos y el poder (Los miserables, de Victor Hugo), la mujer con deseos sexuales de la Novela Victoriana (los relatos de las hermanas Bronte) o, agregamos, el dependiente jerárquico del capitalismo colonial que se revela y se integra a la comunidad explotada (El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad). Todos estos héroes representaban un “No Yo” para las mentes biempensantes.

Estas tres subclases de Fantasy poseen como denominador común la articulación de argumentos en territorios diferentes a los que ocupan los seres humanos promedio o burgueses: zonas exóticas, supramundos, inframundos, mundos paralelos, mundos extrañados, bajos fondos, etc. Una diversidad espacial que propondríamos aquí nombrar alotopías o lugares otros disímiles a los que conocemos como normales pero estructuralmente verosímiles. De igual manera, trabajan con tiempos particulares: relojes que no marchan o marchan con pautas no convencionales (analepsis o prolepsis). Los cronotopos son a veces imposibles (El Wonderland de Alicia) y otras veces siniestramente factibles (El Rey del Agua y El ojo y la flor, de Claudia Aboaf).

Es que algunos de los procedimientos actuales más interesantes para subvertir el modelo “realista” truecan sus formas de representación semántica al producir mundos probables. Se alejan así de lo sobrenatural y trazan pautas inteligibles de cómo podría ser el porvenir (la esfera de la conjetura). O, caso contrario, proyectan cambios en el pasado para alterar el presente.

Para sintetizar, la Literatura Fantástica fabrica un universo subjuntivo hacia el pretérito pluscuamperfecto: lo que hubiera pasado si… (La ya mencionada novela Nación vacuna, de Fernanda García Lao) o hacia un futuro imperfecto: lo que pasare si… (Sinfín, de Caparrós o Los que duerme en el polvo, de Horacio Convertini).


. Un mundo kafkiano


La fórmula que plantea el universo subjuntivo del Fantasy cuando mira hacia atrás (Si hubiese sucedido esto –y no lo que sucedió–, la situación podría ser de tal forma y no como es) se entronca con las ucronías, relatos con bases verosímiles y fidedignas que rectifican el pasado. Philip K. Dick llevó a la cumbre este subgénero con El hombre en el castillo, una pesadilla lisérgica que modifica el corolario de la Segunda Guerra Mundial y la integridad de Estados Unidos. El enorme atractivo de este método radica, nos parece, en el hecho lúdico de la simulación: “hagamos como si fuera, aunque sepamos que no es”, un ejercicio de imaginación que permite que narrador y lectores reconstruyan a su antojo la Historia, es decir, ensanchen las posibilidades de hacer Literatura.

Si bien podría ser catalogada como una ucronía o una variedad extraña de Literatura Fantástica, la novela Nación vacuna se desmarca de los géneros y transita su propio camino. En principio, expone una hipótesis contrafáctica muy fuerte para los argentinos: ¿Qué pasaría si hubiéramos ganado la Guerra por las Malvinas? Pues bien, el argumento comienza dos años después de una victoria, que, comprendemos enseguida a través de una narración fragmentada, resulta pírrica: hay una “rendición estratégica del enemigo”, en la cual esos “falsos caballeros” (tácitos británicos) arriaron sus banderas y partieron del lugar, no sin antes emponzoñar las aguas y generar una población de muertos vivos (zombis) entre las tropas nacionales que van mermando poco a poco, precisamente “en las M”.

La alienación cotidiana de la postguerra y aquel final traumático (“La maldición de las M”, de la que temen contagiarse los restantes argentinos) provocan que la población, cuya centro neurálgico se desplaza de Buenos Aires a Rawson, decida “jibarizar el tema” con tanto énfasis que “nadie recuerda a qué se refiere la M, exactamente”, precisa el narrador. Los héroes de la reparación histórica son apenas los “envenenados de la M”, los que viven un “destierro oceánico”. En este punto, el relato se bifurca entre el discurso desesperanzado, lógico y “realista” del protagonista, Jacinto Cifuentes, y el discurso estatal, eminentemente ficcional y, por momentos, delirante.

El gobierno surgido de la “reconquista”, una singular “Junta” compuesta por un ginecólogo, un ingeniero y un comisario, trama un monstruoso plan basado en otra bandera irredenta de la argentinidad: la carne, esencialmente la carne vacuna, pero también la otra carne que nos enorgullece: la de las mujeres patrias, a la manera de la película homónima de Armando Bo con Isabel Sarli. El régimen monta su programa sobre otra hipótesis improbable y desquiciada: ¿Qué pasaría si inmunizáramos a prostitutas con una vacuna contra la peste e hiciéramos que se apareen con los “apestados” para que nazca un bebé nacional sano nada menos que en las M? ¡La victoria definitiva sobre el enemigo!

Esta idea desemboca en una cultura de la prostitución: las mujeres son observadas como simples objetos de deseo, “carne” de un singular proceso de clasificación que culminará con el envío de las seleccionadas “a las M”. Las vacas, las vacunas y el barco “Nación Vacuna”, que hará la travesía hasta las islas, forman parte de un preciso trabajo lingüístico de García Lao que denuncia violencia social sobre lo femenino, sobre el erotismo y sobre los animales con que nos alimentamos, aunque paradójicamente esa violencia quede envuelta en una prosa poética que la hace desconcertante.

El intento de ensamblar prostitución y patriotismo en un programa del Estado, los cuerpos de mujeres que circulan como ganado, las cápsulas de carne (¿vacuna?, se cree; ¿humana?, se sugiere) que supuestamente alimentarán a los “emponzoñados” y otras peculiaridades del texto son segmentos de un esquema narrativo que juega con dos desplazamientos primordiales: de sentido (Ostranénie) y de lugar (Alotopía). No es casual entonces que la Capital Federal quede relegada como “zona psiquiátrica” a causa de “los vicios de Buenos Aires” y que la narración quede enfocada en un personaje a priori menor en el argumento: Cifuentes, hijo vegetariano de un carnicero; hermano zonzo de uno de los miembros de la Junta de Gobierno; amante desdichado de mujeres marginales; hijo de una psiquiatra con la que mantiene problemas de comunicación.

Las contradicciones del personaje, que solo se resuelven en la escena final de la novela, ponen de manifiesto que la recuperación de las M y el plan gubernamental son una conjetura política, que despliega sus tesis sin diálogos directos ni demasiadas explicaciones. Un mundo kafkiano, como muchos suponemos será el futuro.

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Bibliografía recomendada para profundizar en el tema Causalidad ficcional

Reseña: Nación Vacuna, de Fernanda García Lao

Glosario

. Alotopía: La etimología de la palabra (de las voces griegas allos: otro y topos: lugar) remite a “un lugar otro”, un territorio ubicado fuera de la representación de Lo Real. En general, se caracteriza por ser lejano y extraño, por estar situado cronológicamente en el pasado o el futuro, aunque bien puede hallarse en un presente paralelo, siempre desde la perspectiva de un narrador que fue o es contemporáneo a sus lectores.

. Cronotopo: la  manera en que las narrativas trabajan con el tiempo y el espacio, dándoles valoraciones diferentes a las habituales.

. Dialogismo / dialógico: El teórico Mijaíl Bajtín afirma que en el interior de la Literatura –principalmente en la novela– los discursos son polifónicos, dialogan entre sí y ninguno de ellos predomina sobre los demás. Por eso, los llama dialógicos: están dirigidos hacia el otro y esperan respuesta del otro. Sin embargo, cuando una voz domina sobre las otras e impone su hegemonía (el narrador omnisciente de la novela decimonónica), lo denomina monológico y, por ende, autoritario. En la novela “realista” abundan los ejemplos. El dialogismo puede ser intertextual –textos que dialogan con otros textos– o intratextual: el mismo texto contiene intercambios de enunciados que exhiben conflictos ideológicos (ver Monologismo / monológico y Polisemia).

. Monologismo / monológico: una voz, habitualmente la de un narrador omnisciente, predomina sobre otras voces en el interior de un texto e impone su hegemonía (ver Dialogismo / dialógico y Polisemia).

. Ostranénie (ruso): extrañamiento, desautomatización, desfamiliarización de las palabras al cambiarlas de su contexto habitual.

. Otredad: en Literatura, lo otro no humano o no natural, algo diferente y opuesto a lo que consideramos Lo Real. En Filosofía, Psicología y Sociología: la conciencia del otro, de un No Yo. Termino cuyo significado moderno le debemos a Jean Paul Sartre.

. Polisemia: fenómeno del lenguaje por el cual una palabra, una frase, un enunciado o un texto completo tienen varios significados, inclusive contradictorios entre sí (ver Dialogismo / dialógico y Monologismo / monológico)

. Ucronía: es un relato que rectifica la Historia conocida y expone una conjetura de cómo hubiera sido el mundo, una sociedad o una vida particular si un hecho hubiese sucedido de otra manera.

 

© José Luis Cutello, 2021 

Foto: Myrna Leal