Viejas escrituras


 

yo quise saber el bronce/
     de tus bastos oleajes
y proferir
en el tiempo de los astros
algún lamento irrelevante
 
quise surcar tu cabello/
               ensimismado
y ser el pájaro redentor
de las brisas que caminan/
a contramano de la noche
 
(las mareas tremebundas
nos acorazaban,
los espacios inmemoriales
accedían al grito de las lluvias
y al génesis de la ebriedad)
 
¿qué nos queda del bosque
sino el olvido de las sombras
y un tango desaliñado
que atrapó el silencio/
de nuestras voces?
 
yo quise hollar tu cuerpo
reflejado por el estampido/
                     de las sales
y  evitar el prisma/
         de los cielos
y los truenos/
de una noche que nos lloraba
 
¿dónde estarás ahora,
refracción/
de la angustia de las piedras?
¿quién beberá tus manos
resumidas en este oscuro/
tirabuzón de sepulcros?
 
yo pensé en una conjunción/
de bambalinas y marionetas
para rescatar tus ojos
entre millones de memorias:
quise aplacar el quejido de tu/    
                                 cuerpo
con los gusanos
de un hospital sin guardias
 
(los ondulantes parajes
nos refugiaban en playas sucias/
de cangrejos y de algas
el tiempo nos remontaba a una/
escollera
donde los cuerpos bailaban
libres del ropaje de la/
carne:
 
la danza inoportuna del semen
moría en el límite de/
un atardecer truncado
mientras muchos niños
alcanzaban su alma
en una tabla plateada de surf)
 
yo quise esculpir tu rostro
entre las piedras de un/
    acantilado sin casas
pero la materia furtiva
negó la tenue esencia de tus/
                                  labios
y el viento no nos aguardaba:
 
la monumental obra de tu/
                      nacimiento
fue sorteada
bajo los galeones de un puerto/
negro de hambre y negro de nada
 
habré querido en un incierto/
                              instante
y en un desierto orden
de nuestras incongruencias
 
habré truncado las manivelas
de un pájaro encerrado
o las terribles inscripciones/
     de primitivas sepulturas
pero la marea no nos aguardaba:
 
un tal Prodam circuncidó/
nuestros sueños
y en el soplo tenue de/
las viejas escrituras
nos susurró al oído:
 
“mejor no hablar/
de ciertas cosas”