Mariani, narrador de la desesperación
Roberto Mariani está considerado por la crítica literaria argentina como el “gran narrador de la desesperación”. Su aguda observación de los hombres que vivieron la “Gran Depresión”, en los años ’30 del siglo pasado, lo llevaron a subrayar en sus relatos una posición pesimista de la existencia: una especie de Albert Camus de vanguardia o un Francis Scott Fitzgerald rioplatense, sin el glamour de Hollywood…
A lo largo de su carrera literaria, que estuvo acompañada de empleos en oficinas burocráticas, Mariani fue un periodista, cuentista, novelista, poeta y dramaturgo que, como sus compañeros de generación, le dio voz a una clase empobrecida de “conventilleros” que estaba más cerca del anarquismo que del autoritarismo fascista de la “Década infame”.
No es casualidad que hubiese nacido en 1893 en La Boca, barrio porteño con predominio de inmigrantes, y criado en Mendoza, provincia que acogió a un gran cantidad de expatriados escapados de la hambruna europea.
El diario “Los Andes”, decano de esa ciudad cuyana, publicó sus crónicas periodísticas iniciales, aunque fue el periódico “La Semana” el que difundió sus primeros cuentos. En 1920, regresó a la Capital Federal y consiguió un trabajo en el Banco Nación que le sirvió como modelo y experiencia para sus relatos más conocidos: “Los cuentos de la oficina”. También fue un incurable anarquista que colaboró con “Nueva Era”, un periódico que apoyaba la Revolución Bolchevique, y más tarde fundó una asociación de amigos de Rusia.
Con este espíritu, Mariani ingreso al “Grupo de Boedo” y fue un estrecho colaborador de Roberto Arlt en la corrección de sus famosas faltas de ortografía y de sintaxis, cuando éste publicó “El juguete rabioso”. En sus “Memorias”, Elías Castelnuovo confiesa que cuando casi todos “descreían” del autor de Los siete Locos, “Mariani lo defendía con vehemencia y lo cuidaba de las críticas (…) Recuerdo que corregía sus textos para librarlos de los errores gramaticales tan comunes en Arlt”.
En 1921, Mariani había difundido su libro de poesía “Las acequias”. Pero el reconocimiento debió esperar hasta 1925, año en que aparecieron “Los cuentos de la oficina”, que recorren la vida interior de un personaje, tal vez el propio narrador, en una oficina cualquiera de Buenos Aires. Recién entonces fue elogiado por escritores prestigiosos de la época como Roberto Payró.
En 1927, el legendario diario “Crítica”, de Natalio Botana, le publicó una encendida defensa de Ferdinando Sacco y Bartolomeo Vanzetti, dos inmigrantes italianos que fueron ejecutados ese año en el estado norteamericano de Massachusetts por un asesinato que no cometieron. En 1938, se estrenó en el Teatro del Pueblo “Un niño juega con la muerte” y al año siguiente “De regreso a Dios”, que le otorgó un gran reconocimiento entre sus pares.
Además de obras teatrales, Mariani escribió ensayos sobre el dramaturgo italiano Luigi Pirandello y el novelista francés Marcel Proust, y novelas en las que traza los problemas metafísicos del hombre que lucha contra las injusticias sociales, a la manera de Arlt. Así fue como publicó “La frecuentación de la muerte” (1930), “En la penumbra” (1932), y “La cruz nuestra de cada día” (editada post mortem en 1955).
Quizá fue ese pesimismo el que le provocaron un infarto cardíaco en marzo de 1946, con apenas 52 años.