El miedo a lo inmenso


 

“La luz está muda, ahora,
cuando resuena sin estrellas.
Y el campo se vuelve un papel orgánico
para desmenuzar la pequeña historia
del miedo a lo inmenso”.

Hace exactamente diez años, aquellos que superábamos las cuatro décadas nos habíamos quedado sin palabras. Por eso apelábamos a títulos de canciones, a alguna estrofa que nos resonaba de la juventud o a los versos del poema Hombre de la tez ilusoria, del libro Guitarra negra.

Pese a que la noticia era esperada, golpeó igual: se había ido a otra dimensión Luis Alberto Spinetta, en una partida íntima y emotiva, como sus recitales, aunque rodeada del calor, el respeto y la angustia de miles de fans que transformaron su última función en un sonoro silencio.

Sus seguidores se sumaron a la familia del Flaco, la figuras del rock dijeron presente y todos acompañaron, a veces callados, a veces con una pancarta que rezaba “Gracias, y es poco decir... demasiado arte” o “Flaco alma de diamante”. E incluso, muchos se animaron a cantar el himno de todos: Muchacha.

Como bien dijo la entonces presidente Cristina Fernández “se nos fue un cacho de juventud”, pero “la gente como él no se muere, la gente como él, se va”. La familia prefería intimidad, por eso no hubo una concurrencia masiva en esa despedida. Sin embargo, varios se rebelaron y quisieron acompañarlo hasta último momento, dejaron flores, fotos del músico y cantaron, sobre todo cantaron. Dante Spinetta aseguró tras la ceremonia que su padre "es música, es luz y ahora pasó a un mejor plano”.

El cuerpo del Flaco fue cremado y la familia se encargó de anunciar  dónde fueron esparcidas sus cenizas, un punto de la costanera del Río de la Plata que se convirtió en zona de peregrinación. Barro tal vez.

Corría el primer año de la década de 1970 y un muchacho alto y desgarbado se le acercó a Luis Alberto en una mesa del restaurante Pippo y le espetó: “Flaco, cuidate de los cuervos de este ambiente”. El Flaco le sonrió. No sabía todavía que el muchacho alto y desgarbado sería una estrella del rock nacional, ni que tendrían durante cuatro décadas una relación de amor-odio en la cima de los divos musicales argentinos. Era Carlos Alberto García Moreno, una tal Charly.

Muertes de este tipo suponen una pérdida absoluta para la música popular argentina porque se trata de uno de los más grandes artistas del género, al que dotó de poesía, innovación y una música exquisita.

Máximo poeta del rock, cantante extraordinario y guitarrista más que correcto serían algunos de los calificativos que merecería el Flaco nacido en el barrio porteño de Belgrano, el 23 de enero de 1950, muy cerca del River de sus amores y de su Capitán Beto.

A partir de allí, fue uno de los inventores de un género en su máximo esplendor, el rock de bandas en español.

Desde su primera experiencia con Almendra y su Muchacha (ojos de papel), ese himno que aún canta generación tras generación, pasando por el heavy Pescado Rabioso, donde se lució por primera vez David Lebón, hasta los fantásticos Invisible y Jade.

Aquellos cuervos que le anticipara Charly aparecieron a fines del año 2011 cuando se supo de su enfermedad. Por eso usó la cuenta Twitter de su hijo Dante para anoticiar a sus seguidores: “Desde el mes de julio sé que tengo cáncer de pulmón. Estoy muy cuidado por una familia amorosa, por los amigos del alma, y por los mejores médicos que tenemos en el país. Ante el aluvión de información inexacta, quiero aclarar públicamente las condiciones de mi estado de salud. Me encuentro muy bien, en pleno tratamiento hacia una curación definitiva”.

Esa curación no llegó, pero este creador personal nos dejó 45 álbumes, algunos de ellos esenciales como Artaud, El jardín de los presentes o Alma de diamantes. Y  también cientos de canciones que formaron una estética y también una poesía, siempre lejos de las modas y de las vueltas del género.

La vida musical de Spinetta comenzó a sus 17 años cuando junto a su compañero del secundario Emilio del Güercio y otros dos alumnos del Instituto San Román, Edelmiro Molinari y Rodolfo García formaron Almendra. Ana no duerme, Plegaria para un niño dormido, Color humano (de Edelmiro) y Muchacha lograron ubicar al grupo entre los emblemas del naciente rock local, a la altura de Manal y Los Gatos. Lástima que sólo duró dos discos.

Pescado Rabioso nació poco después con Bocón Frascino, Lebón, Black Amaya y los teclados de Carlos Cutaia. Desatormentándonos y Pescado Rabioso 2, que contuvieron gemas de la talla de Blues de Cris, Credulidad y Post crucifixión. A esos discos hay que agregarle, el que quizá sea el mejor LP del Flaco, Artaud, que compuso como solista, pero por un contrato discográfico salió con la marca “Pescado”. Ahí no enseñó que Todas las hojas son del viento.

A mediados de los '70, Spinetta convocó Carlos Alberto Machi y a Héctor “Pomo” Lorenzo para hacer Invisible, una propuesta en la que retoma el melodismo de Almendra. Tres discos y temas como El anillo del Capitán Beto, Durazno sangrando y Los libros de la buena memoria le bastaron para quedar en la historia.

Luego siguió la Banda Spinetta, el regreso de Almendra en 1979, un fallido disco en inglés "Only love can sustain" y otra vuelta de Almendra, pero faltaba una pieza esencial, un giro que lo volvió aún más grande, si eso era posible: en los '80, llamó a Beto Satragni, Diego Rapoport, Pomo y Juan del Barrio, con quienes elaboró una de las mejores bandas de jazz-rock: Spinetta Jade. Los LP Alma de diamante, Los niños que escriben en el cielo, Bajo Belgrano y Madre en años luz dejaron un sello inconfundible en la música. Por ejemplo, allí tocó un jovencito que se llamaba Pedro Aznar.

Entre sus discos solistas, no hay que olvidar Kamikaze, el del folk Barro tal vez y un tema que quizá cerró las heridas de los divos para siempre: a mediados de los '80 se juntó con Charly para componer un solo tema: Rezo por vos, que él incluyó en el álbum Privé. Luego, lo hizo con Fito Páez, para el LP La la la.

El 4 diciembre de 2009 colmó el estadio de Vélez Sarsfield para disfrutar de un recorrido por sus Bandas Eternas en un maratón artístico con casi 50 canciones. Ese fue su legado, sus bandas eternas y una lírica que no dejará de iluminar a quienes lo siguieron y lo siguen.